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Las primitivas ballestas, originarias de los carros de caballos, aún se utilizan hoy en día en los remolques de camiones. El primer intento por crear un amortiguador específico para el automóvil fue el de fricción, a finales del siglo XIX. Su escasa efectividad y rápido desgaste hizo pensar en otras soluciones. Así se ha llegado a los siguientes tipos de amortiguadores en la actualidad:
Hidráulicos: constan de un pistón insertado en un cilindro en el que hay aceite. Distintos orificios permiten el paso del aceite de un lado a otro del pistón. Su ventaja respecto a los sistemas antiguos es la sencillez, la ausencia de mantenimiento y su capacidad para ejercer mayor amortiguación cuanto mayor es la presión.
Hidráulicos con válvulas: en lugar de agujeros, el pistón tiene una serie de válvulas que permiten el paso del aceite bajo una determinada presión. Ofrecen un comportamiento algo más suave y eficaz. Lo más habitual es que los amortiguadores hidráulicos combinen orificios y válvulas. Las válvulas también pueden ser específicas para actuar en la extensión o en la compresión.
De doble tubo: son los más extendidos en la actualidad. Se dividen en presurizados (aceite) y no presurizados (aceite y gas). El pistón y el cilindro se encuentran en el interior de una cámara mayor. El aceite fluye por el cilindro a través del pistón y también a la segunda cámara a través de una válvula situada entre ambas.
Monotubo: consta de dos cámaras, una con aceite y otra con gas. Entre ambas hay un pistón flotante. El volumen de la cámara es variable, según la compresión que sobre el gas ejerzan las fuerzas que actúan sobre el pistón.
De frecuencia selectiva: añade un segundo conducto dentro del mismo pistón separado por una válvula que se cierra al recibir más presión, endureciendo la suspensión en los instantes necesarios.
Reológico: el aceite contiene partículas metálicas. Al aplicar una corriente magnética, este fluido se vuelve más espeso endureciendo la suspensión. Es un híbrido entre sistemas mecánicos y electrónicos al precisar de sensores que detecten las necesidades de amortiguación en cada momento.
Regulables en dureza: una rosca permite ampliar o reducir el diámetro del orificio por el que pasa el aceite, obteniendo mayor o menor dureza a gusto del usuario.
Regulables en suspensión: para conseguir una mayor o menor distancia de la carrocería del vehículo respecto al suelo.
Actuando sobre los distintos elementos de la suspensión mediante elementos mecánicos o electrónicos obtenemos las suspensiones activas, semi activas o adaptativas.